El técnico agotador

Supongamos que en el extremo inferior de la clasificación está Claude Anelka. Este hombre, que jugó al fútbol como aficionado y consiguió una licencia de agente para ganar algún dinerillo a costa de su hermano Nicolas, tuvo el capricho de ser entrenador. Y lo consiguió. Pagó al Raith Rovers, un modesto club escocés, para que le dejaran dirigir al equipo durante una temporada. No duró tanto, aunque los 10 partidos de su carrera no arrojaran un resultado completamente negativo: consiguió empatar uno de ellos.

Por allá abajo debe andar también Raymond Domènech, que dirigió al Mulhouse, al Lyon y a la selección juvenil francesa antes de asumir, entre 2004 y 2010, la jefatura técnica de Les Bleus. En el Mundial de 2006 tuvo el mérito de recuperar a tres ilustres jubilados, Makelele, Thuram y el gran Zidane, gracias a los que Francia alcanzó la final. No clasificó a la selección en la Eurocopa de 2008 y en el Mundial de 2010 se le amotinaron hasta los pollos. Francia fue eliminada en la primera fase de grupos tras caer 2-1 ante Suráfrica; al término del partido, Domènech tuvo el detalle de negar el saludo al seleccionador surafricano. Como elemento positivo de su carrera, cabe destacar que fue él quien hizo internacional a Franck Ribèry. Por desgracia, se le ocurrió explicar las razones técnicas que le hicieron fijarse en Ribéry: «Es aries», dijo. Según su manual futbolístico, los aries eran buenos atacantes; los leo, defensas irregulares; y los escorpión, gente impresentable.

Entre la sima de Claude Anelka y la zona media-baja de la tabla tiene su sitio Vanderlei Luxemburgo, inventor del «cuadrado mágico» e insigne teórico del fútbol sin extremos. Los aficionados del Real Madrid no le olvidan. Como les resultará imborrable el recuerdo de Carlos Queiroz, el técnico que sustituyó a un Del Bosque que acababa de ganarlo todo; Queiroz consiguió sólo un título, pero fue una Supercopa de España, nada menos.

En este elenco podría figurar también Diego Armando Maradona, tan racional como Domènech, tan eficaz como Anelka y con propuestas tácticas tan atractivas como las de Queiroz y Luxemburgo. Pero Maradona, seleccionador de Argentina en el Mundial de Suráfrica, es Maradona. Si le apetece colocar a un central retirado como ariete, que lo haga. (Lo hizo). Da igual, es Maradona.

Además de entrenadores ineptos o mediocres, hay entrenadores que conocen el oficio pero prefieren no ejercerlo. John Benjamin Toshack, por ejemplo. En cuanto dejó la Real Sociedad, decidió que el objetivo de su vida consistía en jugar al golf y comer decentemente. Aún así, dejándose caer por el banquillo sólo a media jornada, ganó una Liga con el Madrid.

Y luego están los buenos. Que no son buenos toda la vida, porque nadie puede serlo, pero acumulan un palmarés indiscutible y de vez en cuando dan una lección táctica a un rival de enjundia. La lista es larguísima. Rinus Michels, Johann Cruyff, Alex Fergusson, Pep Guardiola, Mario Zagalo… No sigo por no aburrir.

Entre esos que son buenos, los hay desafortunados. Como el pobre Jupp Heynckes, el malquerido. Clasificó para la UEFA al Athletic y al Tenerife, hizo campeón de Europa al Real Madrid (tras lo que fue despedido) y en el Bayern, donde se le ha utilizado varias veces como segunda opción (en 2009 le cesaron para contratar a Louis Van Gaal; tras dos años sufriendo a Van Gaal, le llamaron otra vez), ha montado esta temporada un equipo maravilloso, campeón de Liga y gran favorito para el trono europeo. Lo cual le ha valido, evidentemente, un nuevo despido.

Entre los buenos existe una subcategoría especial, la del técnico agotador. Agota a sus futbolistas, agota al público y, hastiado ante lo que percibe como incomprensión del mundo, se agota a sí mismo. El gran técnico agotador solía ser Louis Van Gaal. Hasta que José Mourinho llegó al Real Madrid. Mourinho hizo campeones de Europa a dos equipos de plantilla discreta, como el Oporto y el Inter, y consiguió que el dineral invertido por Roman Abramovich en el Chelsea sirviera para algo: seis trofeos en tres años, aunque faltara una Champions razonablemente merecida.

En el Real Madrid, sin embargo, Mourinho no ha triunfado. Ahora depende de un milagro, de una remontada altamente improbable. Quizá el milagro ocurra. Si no, será uno de esos técnicos madridistas que han ganado sólo una Liga. Mejor que Luxemburgo o Queiroz, igual que Schuster, Toshack o Capello, peor que el Heynckes de La Séptima, y mucho más pesado que cualquiera de ellos.